EL ARTE DE DISEÑAR

Diseñar es transformar el pensamiento en realidad, unificando intuición, razón y propósito en objetos que resuelven problemas y mejoran la experiencia humana. Este proceso no se limita a la creación de algo atractivo o funcional, sino que busca comprender el conflicto y busca una visión clara del cambio deseado. Entonces el diseño es en escecia, un pensamiento aplicado, para convertir lo abstracto en tangible, balanceando el sentir y el pensar con una necesidad.

                  En ese proceso, el diseño y el producto van de la mano: el objeto no es solo un resultado, también es la evidencia de todo el camino para llegar ahí. La posibilidad de convertir esa idea en algo real trae consigo el choque entre lo emocional y lo racional. El diseñador tiene que adentrarse en un mundo de preguntas, respuestas y decisiones que más adelante le dan forma a ese emprendimiento. De esta manera, diseñar también es imaginar como el objeto será usado.

                  Para lograr un fin exitoso, el diseñador debe combinar varios niveles de pensamiento: el intuitivo, que capta lo escencial; el racional, que evalúa las circunstancias; y el procesal, que guía la ejecución basándose en los dos anteriores. Esta mezcla exige mucha creatividad, pero también puede haber momentos de lucidez. El diseño no tiene que regirse por algo específico, sino que es algo espontáneo, donde el diseñador une lo ideal y lo realista.

                  En conclusión, diseñar es la posibilidad de iniciar cambios en la realidad. Creamos cosas para alterar lo cotidiano, con el propósito de mejorar algo o generar una interacción. Por tal razón, además de la funcionalidad, el diseño debe considerar la comidad. Debemos tener en mente que estamos creando nuevas formas de percibir el entorno y por eso debemos tener empatía con quien utilizará el producto. De esta manera podremos transformar el mundo de una mejor manera.