LA FUNCIONALIDAD Y LA EXPRESIÓN

La arquitectura siempre se deriva de dos aspectos: lo expresivo y lo funcional; lo que se ve y se siente bien vs lo que es útil. Platón hubiera puesto la belleza por encima de lo útil, ya que para él la arquitectura era una expresión de lo bello ideal. En cambio, Aristóteles valoraba más el equilibrio. Él pensaba que la belleza venía de lo funcional. Este sube y baja de ideas hace referencia a lo que el ser humano necesita y lo que el alma desea. De esta manera, el gesto arquitectónico no es solo una idea, sino que también es crear un mundo donde el ser humano reconozca en qué lugar habita.

                  Este reconocimiento se encuentra en la película de Baraka, aunque nos abre a otras posibilidades donde el gesto arquitectónico no es exclusivo del arquitecto. También, se encuentra en el monje que barre el templo, en el líder de la tribu que organiza los rituales, en los niños que corren por los callejones, y en las personas que trabajan cada día en los edificios de la ciudad. Esta película muestra como un lugar puede ser sagrado, pero tambien puede ser banal, y todo va agarrado al sentido. Este, no se lo da el plano o el diseño que crea el arquitecto, por el contrario, se lo da la persona que habita el espacio. Así el gesto arquitectónico va más allá del diseño y se extiende hacia el uso, el desgaste, la forma de habitar y la experiencia del lugar.

                  El contraste que se encuentra entre el diseño y la experiencia lo podemos ver claramente en las construcciones griegas y las contemporáneas. Las construcciones griegas antiguas, buscaban conectar con la persona y un balance entre lo funcional y lo hermoso. No obstante, muchas de las construcciones contemporáneas, sujetas a presupuestos mínimos, poca mano de obra, y una aceleración notable en la producción y construcción, resultan efímeras e incluso mal hechas. La falta de recursos en la arquitectura ha provocado, además de construcciones deficientes, un desplazamiento de los arquitectos al proceso constructivo, reduciendo su gesto a una firma o una maqueta, pero esto no es el fin, sino que su gesto se puede reflejar a través de una ventana bien orientada o una pared que evita el ruido, por tal razón, lo simbólico no desaparece, sino que se disfraza.

                  En conclusión, habitar no solo es ocupar un espacio sino interpretarlo, darle un significado. El gesto arquitectónico cuando logra complementar lo funcional con lo expresivo, permite esa apropiación. Por lo cual, Platón y Aristóteles, ambos tenían razón en su forma de pensar y ver las cosas. De esta forma ese gesto, siempre estará presente sin importar la manera ni que el dinero cese.